28 de marzo de 2016

¿QUÉ ES EL GONGORISMO Y CUÁLES SON SUS CARACTERÍSTICAS? PARTE I.


TEMAS QUE VAMOS A DESARROLLAR EN ESTA ENTRADA
PARTE I.

1. ¿Quién fue su creador y en qué período histórico aconteció?
2. ¿Cuáles fueron sus antecedentes directos?
3. ¿Qué es el culteranismo?
4. ¿Cuáles son los rasgos definidores del cultismo o culteranismo?
5. ¿Quién o quiénes son los iniciadores del cultismo o culteranismo?
a. Fernando de Herrera.
b. La escuela sevillana herreriana.
c. El círculo antequerano.
d. El círculo granadino.
6. La falaz distnción entre "conceptismo" y "culteranismo".

PARTE II.

7. El cultismo o culteranismo en Góngora.
8. Definición de gongorismo.
9. Elementos característicos del gongorismo.
10. La discusión pro y anti-gongorina.
11. Difusión del gongorismo.
12. Bibliografía.



¿QUIÉN FUE SU CREADOR Y EN QUÉ PERÍODO HISTÓRICO ACONTECIÓ?

Luis de Góngora y Argote es el creador de un estilo poético brillante, de "vuelo atrevido", suntuoso, sonoro, sensorial, culto, elitista y muy personal, dentro del período del barroco, al que se le dará el nombre de gongorismo, por ser su referente creador.

Heredero de los usos y poética del cultismo y manierismo herreriano, de quien es la expresión máxima, en el gusto latinizante sintáctico (hipérbatos, acusativo griego, eliminación de determinantes...), empleo de de neologismos y cultismos; expansión de metáforas, símbolos e imágenes petrarquistas; plasticidad cromática y acústica a través de adjetivaciones nuevas y de onomatopeyas y aliteraciones, etc., se desarrollará en España principalmente a lo largo de todo el siglo XVII, llegando hasta el siglo XVIII en la América hispánica, y prolongándose en diversos estilos o movimientos literarios posteriores.

Por todo ello, este término quedó fijado en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua como la "manera literaria que inició a principios del siglo XVII la poesía de Luis de Góngora".

¿CUÁLES FUERON SUS ANTECEDENTES DIRECTOS?

Si el comienzo del siglo XVI fijó la proyección poética hacia la naturaleza, el orden y el equilibrio, buscando el lenguaje llano y selectivo,

"huyendo del afectación sin dar consigo en ninguna sequedad, y con gran limpieza de estilo usó de términos muy cortesanos y muy admitidos de los buenos oídos, y no nuevos ni al parecer desusados de la gente",
como refirió Garcilaso de la Vega hablando de Boscán [Sliwa, Krzysztof. Cartas, documentos y escrituras de Garcilaso de la Vega y sus familiares. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2006, pág. 128], y que subrayarían Juan de Valdés, primero, diciendo:
"el estilo que tengo me es natural, y sin afectación ninguna escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolos cuanto más llanamente me es posible, porque, a mi parecer, en ninguna lengua está bien la afectación",
[Valdés, Juan de. Diálogo de la lengua]
y, luego, fray Luis de León:
"pongo en las palabras concierto, y las escojo y les doy su lugar; porque piensan que hablar romance es hablar como se habla en el vulgo; y no conocen que el bien hablar no es común, sino negocio de particular juicio, así en lo que se dice como en la manera como se dice. Y negocio que de las palabras que todos hablan elige las que convienen, y mira el sonido de ellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa, y las mide y las compone, para que, no solamente digan con claridad lo que se pretende decir, sino también con armonía y dulzura",
[León, fray Luis de. "Dedicatoria a don Pedro de Portocarrero", in De los nombres de Cristo]
fue poco a poco durante el último cuarto de siglo recargándose y haciéndose más artificial, prosperando el interés por la forma, (fijémonos en que el arte del barroco es "arte de espectáculo y de ostentación. La preocupación por la decoración supera a la preocupación por la construcción" [Bennassar, M. B., et al. Historia Moderna. Madrid, Akal, 1980, pág. 421], de manera tal, que a partir de la entrada en el nuevo siglo XVII esa fijación derivará al caos, el desorden y la confusión, al alambicamiento conceptual y la gravedad temática, al recargamiento verbal, la ornamentación y complejidad estructural, quizá propiciado, como expresó Jerónimo de San José, en 1651, porque
"la elegancia de Garcilaso, que ayer se tuvo por osadía poética, hoy es prosa vulgar"
[San José, Jerónimo de. Genio de la Historia. Zaragoza: Diego Dormer, 1651, pág. 112].

Por tanto, esta nueva poética, libre en su creación, con gran dificultad formal, acaso rebuscada, considerando que la estética de la belleza está en la complejidad y el ornato, más que en la elegante naturalidad, cuya complejidad consiste en no hacerse notar, como señaló R. Lapesa, inicialmente ENTRONCA CON LA LÍNEA PETRARQUISTA DEL RENACIMIENTO [cfr. nuestra entrada "Esquema de los estilos líricos del Siglo de Oro"], consagrada en Garcilaso con su estilo equilibrado, proporcionado y armónico, pero que derivará, posteriormente, en dos vertientes, con fray Luis de León y FERNANDO DE HERRERA a la cabeza, siendo ésta última, con los continuadores del MANIERISMO HERRERIANO, la línea sucesoria continuada, caracterizándose por la artificiosidad y afectación, donde

"el lenguaje no es sólo medio de expresión sino fuente de inspiración. Las metáforas, tan abundantes en este estilo, desempeñan una función paralela a la distorsión de las obras plásticas, ya que no tratan de describir un objeto de la mejor manera, sino que pretenden alejar su imagen corriente, valiéndose para ello de relaciones asociativas cada vez más complejas. Las imágenes también responden a un propósito de asombrar al lector mediante comparaciones atrevidas. Aparte de expresar complicadamente pensamientos complejos, el escritor manierista busca la originalidad dirigiéndose a una minoría".
[Suárez Miramón, Ana. La renovación poética del Barroco. Madrid: Ed. Cincel, 1985, pág.7]

¿QUÉ ES EL CULTERANISMO?

Son, pues, estos poetas, herederos de Juan de Mena y de Herrera, pero también de aquélla misma línea petrarquista, los que desembocarán en el llamado CULTISMO o CULTERANISMO, voz ésta última que se impuso en su tiempo (según Rozas y Quilis [Rozas, Juan Manuel et Quilis, Antonio. "El lopismo de Jiménez Patón", in Revista de Literatura, XXI (1962), pág. 47] por ser despectiva y asimilada a "luteranismo", ya que se les tuvo por peligrosos herejes renovadores de la lírica, o ateos por no emplear su arte al servicio de la moral y doctrina de la Contrarreforma, pero que a la postre no será más que una forma extrema de conceptismo. Efectivamente, se denigraba el que la poesía gongorina se reducía a la descripción epicúrea de una realidad vaciada de sentencias, sin más sentido moral que esa personal visión del mundo del poeta. Una poesía, pues "insustancial", que centraba su interés en la dicción, el ornamento, las bellezas de la eloccución, y nada más.
[Cfr.: Collard, Andrée. Nueva poesía. Conceptismo y culteranismo en la crítica española. Madrid: Castalia, 1967, pp. 102-103.
Pedraza Jiménez, Felipe B. et Rodríguez Cáceres, Milagros. Las épocas de la literatura española. Barcelona: Ariel, 2010, pág. 122].

Si el término "culto" fue un italianismo que designaba lo "limado", lo "artificioso", que fue introducido por Garcilaso de la Vega, para adjetivar a los versos cuidados y limados artísticamente, artificialmente; pronto se relacionó con el sentido horaciano de "ars" (arte, disciplina, técnica, industria) en confrontación al "ingenium" (o talento natural). Recordemos que Cascales estableció estos tres elementos como fundamentales para ser un buen poeta:

“I assí como, aunque sea docto, sin tener gracia poética no podrá hacer buenos versos, i sin saber los preceptos del arte no sabrá disponer, ni componer un poema, assí sin ser docto no podrá imitar las acciones humanas y costumbres naturales, aunque más rica vena i más buena noticia tenga del arte. Arte, naturaleza i doctrina ha de tener para ser un poeta consumado.”
[Cascales, Francisco. "Década III. Carta III", in Cartas Philológicas, es a saber de Letras humanas de varia erudición. Madrid: Antonio de Sancha, 1779, pág. 271].

Y en esta nueva significación de docto, de culto, es donde se generará el conflicto estilístico.

Pasada la época de esplendor de los continuadores de Góngora, con aquella acepción despectiva que hemos mencionado será voz recogida en el Diccionario de Autoridades, definiéndola como "la secta de los que hablan culto afectadamente"(y que nos recuerda mucho lo que el DRAE, 1832, decía sobre la palabra 'luteranismo': "la comunidad o cuerpo de los sectarios de Lutero").

Y aunque, como nos recuerdan F. B. Pedraza y M. Rodríguez [Pedraza Jiménez, Felipe B. et Rodríguez Cáceres, Milagros. Las épocas de la literatura española. Barcelona: Ariel, 2010, pág. 122], el propio Lope "aunque con límites y reparos, defiende en el discurso que precede a las "Rimas" el cultismo literario, pues 'no es justo que los libros anden entre mecánicos e ignorantes, que cuando no es para enseñar, no se ha de escribir para los que no pudieron aprender'", tras el atrevimiento de Góngora con su "Polifemo" y "Soledades", él, junto a Jáuregui, Quevedo y tantos otros, anatematizaron al culteranismo, como podemos ver en estos versos de Lope de Vega:

-Conjúrote, demonio culterano,
que salgas deste mozo miserable
que apenas sabe hablar, ¡caso notable!,
y ya presume de Anfïón tebano.

Por la lira de Apolo soberano
te conjuro, cultero inexorable,
que le des libertad para que hable
en su nativo idioma castellano.


-¿Por qué me torques bárbara tan mente?
¿Qué cultiborra y brindalín tabaco
caractiquizan toda intonsa frente?

-Habla cristiano, perro. -Soy polaco.
-Tenedle, que se va. -No me ates, tente,
suéltame. -Aquí de Apolo. -Aquí de Baco.
[Lope de Vega Carpio, Félix. Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos. Madrid: Ramón García González, 1624]

Uso que empleará en no pocas ocasiones, y siempre con ese mismo sentido herético y despectivo:
"Sobrevino en el Parnaso tan estupenda mudanza (...) que como tempestad violenta pretendió llevarse los consagrados templos, los laureles antiguos, y los mismos jardines y baños de Euterpe y Clío. (...), que a los unos llaman culteranos, deste nombre, "culto" y a los otros llanos, eco de castellanos, cuya llaneza verdadera imitan. V. E., que no le ha visto, no podrá hazer discurso a este nuevo arte, pero le certifico, así las musas me sean favorables, que no tiene todo su Diccionario catorce vozes, con algunas figuras imposibles a la Retórica, a quien niegan que sea el fundamento de la Poética, digo en las locuciones, que en lo demás ya sé que lo es la Filosofía. Es finalmente tan escura, que tiene por hieroglífico a la puerta la Cabala, y por letras 'plus ultra'."
[Lope de Vega y Carpio, Félix. "Dedicatoria al Excelentísimo Señor Don Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache"."La pobreza estimada", in Decimoctava Parte de las Comedias de Lope de Vega Carpio. Madrid: Iuan Gonçález, 1623.].
Más aún, fue él quien atribuyó la autoría del término a Jiménez Patón, en 1613:

"...allí nos acusó de barbarismo
gente ciega, vulgar, y que profana
lo que llamó Patón 'culteranismo'.
Yo voy con la doctrina castellana
qye fray Ángel Manrique me aconseja,
por fácil senda, permitida y llana.
Y tengo para mí, que quien se aleja
de la opinión de ingenio tan divino,
la luz del sol por las tinieblas deja.
Por esta senda a la alta cumbre vino
el Príncipe famoso de Esquilache,
sin embidiar al Griego ni el Latino.
No que en diziendo 'sombras de açabache'
se han de entender los negros, y las crestas,
llamándolas 'turbantes de Alarache'...
"
[Lope de Vega Carpio, Félix. La Circe y otras rimas y prosas. Madrid: viuda de Alonso Martín, 1624, fol. 175 r.]).

El término, hemos dicho más arriba, se incluyó en el DRAE con el matiz despectivo de los antigongorinos, y continuó durante mucho tiempo así, aupado por los juicios críticos de muchos de los historiadores de la literatura. Así, el DRAE, 1884, siguiendo con estos parámetros, y con una explicación "de parte, y tendenciosa" lo definirá como:

"sistema de los culteranos o cultos, que consiste en no expresar con naturalidad y sencillez los conceptos, sino falsa y amaneradamente por medio de voces peregrinas, giros rebuscados y violentos y estilo oscuro y afectado"

Afortunadamente se verá corregida esta percepción. Así, el DRAE en 1992, lo redefinirá como:

"Estilo literario desarrollado en España desde finales del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII, caracterizado, entre otros rasgos, por la riqueza de metáforas, el uso de cultismos y la complejidad sintáctica, y considerado despectivamente estilo oscuro y afectado, en su época y posteriormente".

Y más tarde, hará una enmienda en 2001:

"Estilo literario desarrollado en España desde finales del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII, caracterizado, entre otros rasgos, por la riqueza abusiva de metáforas sorprendentes, el uso exagerado de cultismos y la complejidad sintáctica".

Finalmente, en 2010, se ha eliminado la adjetivación "abusiva" y "exagerado":

"Estilo literario del Barroco español caracterizado por la abundancia de cultismos y neologismos, así como por un lenguaje metafórico y una sintaxis compleja".

[Muñoz Armijo, Laura. "La ideología en la tradición lexicográfica cadémica española: notas sobre el esquema morfológico de 'nomina actionis, nomina qualitatis, y nomina agentis'", in mediAzioni. [en línea]. 1 (2012) [consulta: 27 de marzo de 2016]. Disponible en web http://www.mediazioni.sitlec.unibo.it/images/stories/PDF_folder/document-pdf/2012/muoz%20armijo.pdf]

¿CUÁLES SON LOS RASGOS DEFINIDORES DEL CULTISMO o CULTERANISMO?

Partiendo del principio de que el cultismo es el cultivo esmerado de la elocución, el adorno, conformando un lenguaje artificioso, los rasgos principales del cultismo o culteranismo podemos establecerlos en la latinización del vocabulario y sintaxis, suntuosidad, acumulación y brillantez de metáforas, uso constante de alusiones clásicas, hipérbatos atrevidos, perífrasis, etc.; en definitiva, en la creación de una lengua poética autónoma claramente alejada del habla cotidiana, en evidente sintonía con lo que el entorno de Herrera venía haciendo, basada en la oscuridad de la palabra (en su orden y modo de locución, en su estilo), mientras que el conceptismo se basa en la oscuridad de la materia (el argumento, los conceptos del pensamiento).

De ahí que la denominada discusión antigongorina venga a establecerse, fundamentalmente, en que se considera por parte de algunos autores del siglo XVII la dificultad de la sentencia (conceptismo) como legítima y alabada, como un arte no oscuro sino una "docta dificultad", fuente de placer y entretenimiento intelectual que deleita, mientras que la dificultad de la lengua (cultismo) será entendida como censurable, un vicio retórico, plagado de superficialidad y exceso de ornato, de "viciosa dificultad".
[Cfr.: Lázaro Carreter, Fernando. Estilo barroco y personalidad creadora. Madrid: Anaya, 1966].

Debemos, además entender la lírica cultista como

una ruptura con el petrarquismo, quiebra que viene provocada por el agotamiento de las fórmulas expresivas y por la nueva realidad histórica. El culteranismo es una huida del petrarquismo, una huida hacia adelante. Frente a la actitud que ridiculiza la imaginería gastada, de la que participa el propio Góngora, los cultistas huyen del anquilosamiento aprovechando para la nueva construcción poética los materiales fosilizados. De ahí nacen las imágenes de segundo y tercer grado. Herrera, que ya sentía el desgaste del petrarquismo, reitera los motivos".
[Pedraza Jiménez, F. B. et Rodríguez Cáceres, M. Manual de Literatura española. III. Barroco. Introducción, prosa y poesía. Estella: Cenlit, 1980, pag. 427].

Este deseo de salir de los viejos derroteros agotados de la poesía petrarquista, vislumbrado su agotamiento por Herrera (del que Lope de Vega dirá: "El docto Herrera vino,/ llamado en aquel Evo/ no menos que divino,/ atributo de Apolo, a España nuevo,/ Herrera, que al Petrarca desafía", [Lope de Vega Carpio, Félix. Laurel de Apolo. Silva Segunda. Londres: Lecrere y Cia., 1824, pág. 41]) se iniciará en el círculo de poetas antequerano-granadinos. Pero sólo será Góngora el que logre romper esa inercia, y abra un nuevo camino de revitalización y recuperación de la expresividad poética a través de sus obras mayores, fundamentalmente.

¿QUIÉN o QUIÉNES SON LOS INICIADORES DEL CULTISMO o CULTERANISMO?

FERNANDO DE HERRERA (1534-1597).

Hemos indicado más arriba que el cultismo es heredero de Fernando de Herrera, porque éste ya había señalado que el lenguaje poético requiere de "arte" para no emular a la naturaleza sino perfeccionarla, y, ante todo llegar a provocar admiración a través de un lenguaje distanciado y claramente estético. Es decir, "con la identidad manierista de poesía y ciencia, Herrera llegará a defender el hermetismo producido con la docta erudición como medio de elevar la nobleza de un arte en la restricción minoritaria de su receptor" [Lara Garrido, J. Del Siglo de Oro. Métodos y relecciones. Madrid: CEES, 1997, pág. 138.], tal y como él mismo se expresó en la "Respuesta" al prete Jacopín:

"es clarísima cosa, que la excelencia de la poesía consiste en el ornato de la elocución (...)
Ninguno puede merecer la estimación de noble poeta, que fuese fácil a todos y no tuviese encubierta mucha erudición, y si es alabado en los poetas latinos el uso y artificio de las figuras, también será en los nuestros, y acertado declararlas en éstos como en aquéllos; y si la novedad de ellas causare extrañeza en el lenguaje español, el trato las hará domésticas y parecerán propias como son
".

Este camino le condujo a la multiplicidad y acopio de metáforas ("verbena metafórica" lo llamó Hatzfeld) y alusiones, exagerados hipérbatos no muy bien resueltos, y empleo del acusativo griego; a un copioso mundo sensorial a través de adjetivaciones (garcilasianas, antitéticas, cultistas, enfáticas...), que llena su lírica de pompa, y perífrasis; a seguir empleando la tradición conceptista de la poesía cancioneril que se complace en el juego de antítesis, paradojas y oposiciones; el empleo de apóstrofes y prosopopeyas, exclamaciones e interrogaciones retóricas, alusiones cultas y mitológicas...
[Cfr.: Roncero López, Victoriano (ed.). Fernando de Herrera. Poesías. Madrid: Castalia, 1992, pp. 71-79.]

Por ello quizá debamos llegar a la conclusión de que

Herrera ha de ser considerado precursor de la estética de la oscuridad, y alférez de la dificultad culta. En él convergen los signos esenciales de un arte manierista que estriba en la exaltación de la forma, el ornato como resultado de un ingenio reflexivo, la actitud lúdica y la imitación calculada de los modelos. Todo ello se potencia por su condición de poeta excepcional".
[Cuevas, Cristóbal. "Teoría del lenguaje poético en las Anotaciones de Herrera", in López Bueno, Begoña (coord.). Las Anotaciones de Fernando de Herrera. Doce estudios. IV Encuentro Internacional sobre Poesía del Siglo de Oro. Sevilla-Córdoba, 18-21 de noviembre de 1996. Sevilla: Univ. Sevilla y Córdoba, 1997, pág. 171.]

Herrera, como luego Góngora, sufrirá las incomprensiones de la escuela salmantina, castellana, a raíz de la publicación en 1580 en Sevilla de las "Obras de Garci Lasso de la Vega con Anotaciones de Fernando de Herrera", donde despliega un esbozo de arte poética, junto a la crítica de los textos garcilasianos y la enorme muestra de erudición retórica y literaria.
[Cfr: Montero, Juan. La controversia sobre las Anotaciones herrerianas. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1987.]

En efecto:

• No se le perdonó que se olvidara de hacer referencia a las "Anotaciones" de Francisco Sánchez el Brocense (de 1574). Incluso alardeó en estos términos:
"yo fui el primero que puse la mano en esto, porque todas las correciones, de que algunos hazen ostentación, i quieren dar a entender que emendaron de ingenio; à mucho tiempo que las hize antes que ninguno se metiesse en este cuidado, pero estimando por no importante esta curiosidad, las comuniqué con muchos, que las derramaron en partes, donde otros se valieron dellas."

• Tampoco, que no mencionara a ningún poeta del contexto salmantino o castellano, como sí lo hizo de su entorno sevillano y de la Academia de Mal Lara, amén de hacer algunas consideraciones, que no fueron vistas apropiadas, sobre el estilo y uso de vocablos de Garcilaso, oponiéndolos a los nuevos que él y su círculo usaba ("su admiración hacia Garcilaso era inmensa, pero no acrítica: comenta agudamente lo que le parecen ejemplos de dicción no poética y de imágenes sin valor", dice R. O. Jones [Jones, R. O. Historia de la literatura española. Siglo de Oro: Prosa y Poesía (siglos XVI y XVII). Barcelona: Ariel, 2009, pág. 149]). Lo vemos, por ejemplo, "anotando" sobre el término "alimaña" dirá:

"no conviene para escritor culto y elegante. Porque ninguna cosa debe procurar tanto el que desea alcanzar nombre con las fuerzas de la elocución y artifición, como la limpieza y escogimiento y ornato de la lengua. No la enriquece quien usa vocablos humildes, indecentes y comunes, ni quien trae a ella voces peregrinas, inusitadas y no significantes; antes la empobrece con el abuso"

• Todo ello, unido a que incorporaba un prólogo de Francisco de Medina, en el que comparaba a Herrera con Garcilaso, ensalzándolo grandemente y que las "Anotaciones" fueron mera disculpa para exponer sus ideas sobre el Arte Poética (que estaba preparando y que no concluyó) y la dicción, fue suficiente para desatar la polémica.

Bástenos, pues, evocar a Juan Fernández de Velasco, conde de Haro (bajo el seudónimo del Prete Jacopín: "Observaciones del Licenciado Prete Jacopín, vecino de Burgos, en defensa del Príncipe de los Poetas Castellanos Garci-Lasso de la Vega, natural de Toledo, contra las Anotaciones de Fernando de Herrera, Poeta Sevillano"), quien no dudó en decir que en vez de "anotaciones" debería llamarse "Necedades del divino Herrera sobre Garcilaso".
[Montero, Juan. La Controversia sobre las 'Anotaciones' herrerianas. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1987.
Bueno, M. Begoña López. La poética cultista de Herrera a Góngora: estudios sobre la poesía barroca andaluza. Sevilla: Alfar, 1987].

Y recordemos que, en medio de esta polémica, estando Cervantes en Sevilla, elogiará a Herrera con el término de "cultista" tanto en "La Galatea" (1585) como en el "Viaje al Parnaso" (1614), a pesar de que él seguirá más la línea garcilasista "sin comento", como él mismo dice en "El licenciado Vidriera". Así alabó a Herrera en un soneto, a su muerte:

El que subió por sendas nunca usadas
del sacro monte a la más alta cumbre;
el que a una Luz se hizo todo lumbre
y lágrimas, en dulce voz cantadas;

el que con culta vena las sagradas
de Helicón y Pirene en muchedumbre
(libre de toda humana pesadumbre)
bebió y dejó en divinas transformadas;

aquél a quien invidia tuvo Apolo
porque, a par de su Luz, tiene su fama
de donde nace a donde muere el día:

el agradable al cielo, al suelo solo,
vuelto en ceniza de su ardiente llama,
yace debajo desta losa fría.

En similares términos lo hizo Pacheco en un soneto también:

"Goza, ¡Oh nación osada!, el don fecundo
que t'ofresco, en la forma verdadera
qu'imaginé, d'el culto i gran Herrera,
y el fruto de su ingenio alto i profundo"

O Francisco de Rioja, en 1619, que alabando los versos de Herera dijo:

«Los versos que hizo en lengua castellana son cultos, llenos de luces y colores poéticos, tienen nervios y fuerza, y esto no sin venustidad y hermosura; ni carecen de afectos, como dicen algunos, antes tienen muchos y generosos; sino que se esconden y pierden a la vista entre los ornatos poéticos, cosa que sucede a los que levantan el estilo de la humildad ordinaria. Los sentimientos del ánimo afectuosos, cuanto más delgados y sutiles, se deben tratar con palabras más sencillas y propias, sólo porque se descubran a los ojos y hieran el ánimo con su viveza; en fin, ellos se han de ofrecer, no se han de buscar entre las palabras».
[cit. in Cuevas, Cristóbal (ed.). Herrera, Fernando de. Poesía castellana original completa. Madrid: Cátedra, 1985, pág. 481.]

Es una pena no haber podido conservar un "Arte Poética", preceptiva literaria que sólo ha dejado entrever en las "Anotaciones", de cuyo texto nos constan referencias de sus contemporáneos (Francisco de Medina indicó que "tiene acordado escrevir un' arte poética; la cual hará con rarísima felicidad. Tantos i tales son los autores que tiene leídos i considerados atentamente en aquesta facultad; i tan contino el uso, con que l'a exercitado") que estaba preparando, para haber calibrado totalmente su teoría poética y su concepción completa de la misma, que debemos colegir de su producción creativa.

Fernando de Herrera, con un amplio cancionero amoroso de corte petrarquista y neoplatónico hebreriano hacia la Condesa de Gelves (su guía hacia el cielo: Luz, Estrella, Lumbre, Lucero-: "y contemplo por vos la suma alteza,/ el celestial espíritu y la gloria/ de la inmortal belleza,/ y a vos os debo aquesta gran victoria"), de lírica intimista y sentimental, desarrollará las ideas del neoplatonismo italiano resumidas en "El Cortesano", pero enlazando líricamente con la línea cortesana provenzal y petrarquista, mostrándonos a una dama siempre divinizada y esquiva ("mil vezes, por no ser ingrata pruevo/ vencer tu amor, pero al fin no puedo"), y al poeta como predestinado a amar ("Nací yo por ventura destinado / al amoroso fuego") y sufrir ("porque alegre en el mal de mi cuidado,/ de la prisión huir no pienso mía,/ ni los lazos romper de esta cadena"), pero a la vez a gozar sensualmente de cualquier mínimo gesto de aquélla, contando siempre con la naturaleza como fiel testigo y confidente, personificándola. Todo ello con un estilo que busca la percepción mediante un lenguaje brillante, inusual, lleno de artificio y sonoridad

También escribió, lógicamente, poesía cancioneril (siguiendo todos sus cánones de amor cortés: vasallaje, sumisión, esclavitud, elevando a la amada a "donna angelicata", que es "belle dame sans merci" -hermosa mujer sin correspondencia que desdeña, desprecia y atormenta: "no espero bien, y consiento/ sin gloria grave passión./ ¡Quán áspero es el tormento/ sin remedio o galardón!"). Y conmemorativa y circunstancial, junto a poemas laudatorios y fúnebres, heroico-patrióticos ("Canción al Santo Rey Don Fernando", "Canción en alabanza de la divina magestad, por la victoria del señor don Juan" "Canción por la victoria de Lepanto", "Elegía por la pérdida del Rey Don Sebastián"...), mas Herrera en sus poemas heroicos y patrióticos será claramente imperialista y seguirá el camino de la Contrarreforma, con una métrica en estrofas de arte mayor, el uso del apóstrofe, la prosopopeya y la imprecación (para mantener una entonación vibrante y emotiva.
[Cfr.: Roncero López, Victoriano (ed.). Fernando de Herrera. Poesías. Madrid: Castalia, 1992, pp. 24-65.]

Nos han desaparecido un gran poema mitológico titulado la "Gigantomaquia", una traducción de Claudiano sobre "El rapto de Proserpina" y un amplio poema trágico sobre "Los amores de Lausino y Corna" (trasunto de sus amores con la Condesa de Gelves).

El estilo herreriano refleja, por tanto, la búsqueda de un nuevo lenguaje poético, que sigue la herencia de Garcilaso, pero que quiere ir más alla, porque "no todos los pensamientos y consideraciones de amor, y de las más cosas que toca la poesía cayeron en la mente del Petrarca y del Bembo y de los antiguos", y que se desarrollará posteriormente por sus sucesores cultistas, culminando con Góngora. Una poética que no se sujete a un único modelo, como especificó en la "Respuesta" al prete Jacopín, puesto que los clásicos también se pueden haber equivocado: "

¿Por qué se a de cubrir en slencio el error dellos con daño de todos los que los imitan, i a de aver quien defienda sus culpas contra razón? En esto se se obligan ciertamente algunos ombres dotos a una religión supersticiosa, antes a una inorancia torpíssima, queriendo poner sombra a los ojos de todos, i mostrar demasidamente con su exemplo en cuanta veneración se deven tener los escritores antiguos. Ombres fueron, como nosotros, cuyos sentidos i juizios padecen engaño i flaqueza, i assí pudieron errar i erraron".
Gallego Morell, Antonio. Garcilaso de la Vega y sus comentaristas. Obras compeltas del poeta acompañadas de los textos íntegros de los comentarios de El Brocense, Fernando de Herrera, Tamayo de Bargas y Azara. Madrid: Gredos, 1972, pág. 588]

Esta nueva manera de hacer y entender la poseía se generalizó a partir de la década de 1580, cuando era apenas veinteañero Luis de Góngora y acababa de nacer Quevedo, y se desarrollará profusamente en diversas escuelas (sevillana, antequerano-granadina...) hasta acabar el siglo, llegando finalmente a desembocar en lo que Gutiérrez expresó como subversión de la tradición petrarquista en Góngora, y reclamo de esa misma línea en Quevedo.
[Blecua, José Manuel. "Los textos poéticos de Fernando de Herrera", in ARchivium, IV (1954), pp. 247-263.
Gutiérrez, Carlos M. "La poesía amorosa de Quevedo como estrategia literaria”, in La Perinola, 9 (2005), pág. 93.
Vega, Francisco. Fernando de Herrera, in Parnaso. Diccionario Sopena de literatuea.Barcelona: Sopena, 1972, pp. 389-391.]
.

LA ESCUELA SEVILLANA HERRERIANA.

Cristóbal de Mesa, en 1595, nos dio algunos de los nombres de los poetas que siguieron este camino "cultista":

Cuando fue vuestra musa celebrada
de Pacheco y Hernando de Herrera,
en aquella dichosa edad dorada,

de Cobos y Cristóbal de Mosquera,
del Marqués de Tarifa y de Cetina,
Cristóbal de las Casas y Cabrera;

del maestro Francisco de Medina,
y del Conde don Álvaro de Gelves,
y de Gonzalo Argote de Molina.

Es decir, nos ha dado la nómina de la denominada Escuela sevillana herreriana, como hizo Cervantes parcialmente en "La Galatea. Libro VI. Canto de Calíope", círculo de poetas e intelectuales congregados en torno a la "huerta Merlina" del Conde de Gelves, y bajo su mecenazgo, en donde brillará con luz propia Fernando de Herrera, y cuya nómina está conformada inicialmente por:
Juan de Mal Lara (1527-1591), primer maestro de la escuela, que impulsó el conocimiento de los clásicos grecolatinos y los poetas renacentistas italianos, escribió el poema mitológico y erudito "Hércules animoso" y "La muerte de Orfeo", entre otras obras;
Baltasar del Alcázar (1530-1606), conocido como el "Marcial sevillano", de buenos sonetos amorosos, religiosos, epístolas, epigramas y recordadas poesía burlescas y paródicas como la "Cena jocosa"
[puedes escuchar el poema recitado por Adolfo Marsillach in www.palabravirtual.com];
Pablo de Céspedes (1538-1603), pintor, escultor y autor de un "Poema de la Pintura";
Juan de la Cueva (1543-1612, que destacó por su poesía jocosa ("La muracinda"), mitológica ("Llanto de Venus en la muerte de Adonis"), épica ("La conquista de la Bética"), etc., escribiendo un "Ejemplar poético" en 1606, de corte manierista en tercetos encadenados;
Cristóbal Mosquera de Figueroa (1547-1610), admirador de fray Luis de León ("Elegía al abad Francisco de Salinas"), tiene un poemario amoroso petrarquista, una lírica sagrada conceptista y poemas burlescos de corte paradógijo: la "Paradoja en loor de la nariz muy grande" y la "Paradoja en loor de las bubas" ;
Luis Barahona de Soto (1548-1595), que cultivó la épica culta en "Las Lágrimas de Angélica", además de la lírica sensual y de temas mitológicos: "Fábula de Vertumno", "Fábula de Acteón");
Gonzalo Argote de Molina (1548-1596), filólogo, con una de las mejores bibliotecas de la época, dio a conocer numerosas obras medievales ("El conde Lucanor", "Historia del gran Tamorlán", "Libro de la montería") y su "Discurso sobre la poesía castellana" es uno de las primeras muestras de analizar la misma;
Francisco de Medina (1549-1650), sucesor de Mal Lara, será el autor del "Prólogo" a las "Anotaciones" de Herrera;
Vicente Espinel (1550-1624), quien además de escribir novela picaresca fue el creador de la "décima espinela", y compuso una "Sátira a las damas de Sevilla" y "Égloga de Liseo, Silvio y Cástor", denominándose el conjunto de su obra "Diversas Rimas";
Francisco Pacheco, muy elogiado por Cueva, Cervantes, Mesa, Espinel..., era tío del otro Francisco Pacheco del Río (1564-1644), pintor (que luego será suegro de Velázquez) y editor de los versos de F. de Herrera, que escribió el "Arte de la pintura, su antigüedad y su grandeza";
etc.
[Cfr. nuestra entrada "Esquema de los estilos líricos del Siglo de Oro"].

A estos poetas, les seguirán con un estilo cultista y manierista, apuntando los recursos y conceptos que luego evolucionarán significativamente en Góngora (por lo que algunos les llaman pre-gongorinos), los grupos antequerano-granadinos, que desarrollan su actividad a finales del siglo XVI y se prolongarán hasta el primer cuarto del siglo XVII, siendo recogidas sus obras en poemarios como "Poética Silva", de 1600, "Primera Parte de las Flores de Poetas Ilustres de España" (de Pedro de Espinosa, de 1605), "Flores de Poetas" (de Agustín Calderón, de 1611) y "Cancionero Antequerano" (de Ignacio de Toledo y Godoy, de 1627-28).

EL CÍRCULO ANTEQUERANO.

Del círculo antequerano, ensalzados muchos de ellos por Rodrigo de Carvajal y Robles en su "Poema heroico del asalto y conquista de Antequera" (editado en Lima en 1627), y que se caracterizan por

"el gusto por los metros italianos, una referencia continua a los mismos autores latinos, italianos y españoles (Horacio, Ovidio, Catulo, Petrarca, Sannazaro, Tasso, Camoens, Garcilaso, Herrera y el Góngora [del siglo XVI], entre otros"
[Martínez Bennecker, Juan Bautista. "La poesía de Juan Bautista de Mesa", in Lemir, 12 (2008), pág. 235]

tenemos a

Juan Bautista de Mesa (1565-1601), creador de un romance intitulado "De la Peña de los Enamorados", a imitación de una silva de Juan de Vilches, y varios sonetos, siendo los amorosos netamente petrarquistas;
Agustín de Tejada (1567-1635), poeta horaciano "Caro Constancio a cuya sacra frente"), de principios manieristas y bosquejos cultistas a lo gongorino (fábula de "Vertumno y Pomona" y sus sonetos amorosos), de "colorismo suntuoso" y lírica descriptiva ("A la Alhambra de Granada"), localista, de poesía hímnica de exaltación de la patria ("Al rey don Felipe, Nuestro Señor") y la religión ("A la Asunción"), con poemas como "Silva al elemento del aire";
[Cfr.: Martos Pérez, María Dolores - La obra poética de Agustín de Tejada Páez.Tesis Doctoral presentada en la Universidad de Málaga, 2008]
Bartolomé Martínez (?-1599), cuyas "Odas de Horacio son tan felices , que se aventajan a sí mismas en su lengua latina", dirá Pedro de Espinosa en sus "Flores de poetas ilustres", incorporando siete de ellas;
Hernando de Cepeda, que aparece con la canción "La que nació de la marina espuma";
• Catalina Trillo
Luciana de Narváez
Hipólita de Narváez (1576?-1621), inspirada en Ariosto unas veces ("Cubierto estaba el sol de un negro velo"), de adjetivación colorista y léxico suntuario;
Cristobalina Fernández de Alarcón (1576-1646);
Luis Martín de la Plaza (1577-1625);
Pedro de Espinosa (1578-1650), quien en su poemas espirituales muestra un epicureísmo gozante de la naturaleza, que es ensalzada con colorismo y virtuosismo;
Rodrigo de Carvajal y Robles (1580-1635), autor de un "Poema heroico y asalto de Antequera", de 1627, no conservado;
Luis Carrillo y Sotomayor (1585-1610), de "ágil conceptismo castellanista, tendencia al petrarquismo enriquecido y lujoso ("pregongorino" si se quiere), reflexión barroca y ascética sobre la vanidad y angustiosa inconsistencia de la realidad"
[Pedraza Joménez, F. B. et Rodríguez Cáceres, M. Manual de Literatura española. III. Barroco. Introducción, prosa y poesía. Estella: Cenlit, 1980, pag. 379].

EL CÍRCULO GRANADINO.

Del círculo granadino destacamos a

Gregorio Morillo (1566?-, continuador de la traducción de "La Tebaida", de Papinio Estacio, que no pudo acabar Arjona, escribií una sátira en tercetos titulada "Contra los vicios comunes de las mujeres",
Antonio Mira de Amescua (1574-1644);
Pedro Soto de Rojas (1584-1658),
Juan de Morales.

LA FALAZ DISTINCIÓN ENTRE "CONCEPTISMO" Y "CULTERANISMO".

Debe quedarnos claro, como remarcó el profesor Ignacio Arellano, que

la crítica a menudo usa los términos 'conceptismo' y 'culteranismo' (a veces se llama a éste 'gongorismo', por referencia a Góngora), ambos entendidos como opuestos, pero no conviene mantener esta oposición que es falsa y equivocada.
Toda la poesía del XVII se basa en el conceptismo. El llamado culteranismo es una variedad del conceptismo que se caracteriza por la abundancia de elementos de la cultura grecolatina y la imitación de las fórmulas lingüísticas y poéticas de la lengua latina.

[Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO). Recursos para investigadores: Materiales docentes. Arellano, Ignacio. Antología de la poesía barroca. [en línea], [consulta: 27-03-2016]. Disponible en web: http://www.unav.edu/centro/griso/ignacio-arellano].

Opinión que compartió Parker y que hoy está prácticamente aceptada.

De este modo, podemos decir que el conceptismo es el punto de partida del culteranismo, puesto que es un refinamiento de aquel, como ya observó Gracián ejemplificando numerosos de sus planteamientos conceptistas con Góngora. Es decir, podemos decir que se trata simplemente de a la "dificultad" conceptista añadirle la "oscuridad" culterana,

Efectivamente, si la noción de "conceptismo" consiste en establecer relaciones de semejanza entre cosas que, aparentemente, no la tienen, conformándose como un arte analógico y metafórico, basado en la concisión y laconismo, condensación significativa, frases sentenciosas, recargamiento, antítesis, paradojas, juegos de palabras..., y empleando figuras retóricas como la alegoría, antítesis, el calambur, comparaciones, dilogías, equívocos, hipérboles, metáforas, metonimias, oxímoron, paradojas, paronomasia, retrúecanos, símbolos, sinécdoques, paradojas, oxímoron, zeugmas, etc...; el culteranismo quiere extremar la artificiosidad, empleando esos elementos citados, intensificándolos y haciéndolos más atrevidos, y, además, para recrear la forma, se valdrá de una suerte de latinización de la sintaxis, mediante hipérbatos extremos, la incorporación de un léxico suntuoso, colorista, de neologismos y cultismo, que junto a las alusiones y elusiones clásicas y mitológicas, dificultarán aún más su concepción.

Por ello, si nos fijamos detenidamente en la producción poética de Góngora, observaremos que ya desde el principio su estilo es preciosista y refinado, distante y sin sentimiento íntimo propio, con tendencia a lo paródico y humorístico, a lo conceptista, con constantes juegos de palabras, atrevidas imágenes, "oscuras" alusiones a realidades contemporáneas..., esto es, estamos hablando de un evidente estilo conceptista. Veámoslo en este romance muy temprano, de 1580:

Ciego que apuntas y atinas,
caduco dios, y rapaz,
vendado que me has vendido
y niño mayor de edad:
por el alma de tu madre, 5
que murió, siendo inmortal,
de invidia de mi señora,
que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz. 10

Baste el tiempo mal gastado
que he seguido, a mi pesar,
tus inquïetas banderas,
forajido capitán;
perdóname, Amor, aquí, 15
pues yo te perdono allá,
cuatro escudos de paciencia,
diez de ventaja en amar.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz. 20

Amadores desdichados,
que seguís milicia tal,
decidme, ¿qué buena guía
podéis de un ciego sacar?
De un pájaro, ¿qué firmeza? 25
¿Qué esperanza, de un rapaz?
¿Qué galardón, de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz. 30

Diez años desperdicié,
los mejores de mi edad,
en ser labrador de Amor
a costa de mi caudal;
como aré y sembré, cogí: 35
aré un alterado mar,
sembré una estéril arena,
cogí vergüenza y afán.

Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz. 40

Una torre fabriqué,
del viento en la raridad,
mayor que la de Nembroth
y de confusión igual;
gloria llamaba a la pena, 45
a la cárcel, libertad,
miel dulce al amargo acíbar,
principio al fin, bien al mal.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz. 50

COnsecuentemente, no es luego cuando incorporará a este estilo, además, y no excluyendo estos elementos anteriormente relacionados, las dificultades formales a través de neologismos, hipérbatos, etc., como hemos dicho más arriba. No. Estos también son visibles en sus primeras obras. Lo único que irá variando a lo largo de su vida es la constancia en la combinación de las figuras, la frecuencia y la intensidad.

Por tanto, los dos modelos están presentes en Góngora. Y así lo entendieron sus contemporáneos: Lope, Cascales, Pedro de Valencia, Pedro de Rivas, Martín de Angulo..., y el propio Baltasar Gracián.

Es por ello, que no deberíamos establecer esa división manida que se viene haciendo de la obra de Góngora, en cuanto al estilo, desde que se pronunciara en estos términos Cascales, primer erudito en dividir la obra del cordobés en dos épocas en sus "Cartas filosóficas": la del Góngora popular, fácil y sencillo y la del Góngora difícil, lleno de cultismos y alusiones:

"si don Luis se hubiera quedado en la magnificiencia de su primer estilo hubiera puesto su estatua en medio de la Helicona; pero con esta introducción a la obscuridad diremos que comenzó a edificar y no supo echar la clave al edificio (...) Por realzar la poesía castellana ha dado con las columnas en el suelo. Y tengo de decir de una vez lo que siento, de Príncipe de la Luz se ha hecho Príncipe de las Tinieblas".
[Cascales, Francisco. Epístola 10. Década Primera, in Cartas Philológicas. Madrid: Antonio de Sancha, 1779, pág. 109.]

Es más, deberíamos partir de que en su obra existentes diversos tonos y actitudes, al mismo tiempo para situaciones o expresiones distintas, según nos expuso Robert Jammes, y nos resumieron Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez:

• "Un Góngora rebelde, satírico, que muestra las contradicciones internas del sistema imperante, el contraste entre apariencia y realidad, entre lo que deberías ser y lo que es.

• Un Góngora que celebra figuras y actitudes consagradas en la sociedad de su tiempo: poemas cortesanos, poesías sacras, panegíricos y elogios.

• Un Góngora petrarquista, detentador y explotador de un inmenso bagaje cultural y formal. Este conocedor de las antigüedades y de los clásicos se infiltra en numerosos textos, incluso en los satíricos y burlescos. Tiene su mejor expresión en los cuidados sonetos de su etapa italianista. A este bloque asimila Jammes los romances serios.

• Un Góngora personal y atrevido, [que] crea un mundo autónomo, primero con el rigor formal, estructural, pero también 'dramático' del 'Polifemo' y, más tarde, con la libertad de las 'Soledades'".
[Jammes, Robert. La obra poética de don Luis de Góngora y Argote. Madrid: Castalia, 1987.
Pedraza Jiménez, F. B. et Rodríguez Cáceres, M. Manual de Literatura española. III. Barroco. Introducción, prosa y poesía. Estella: Cenlit, 1980, pp. 444-445]
.


Sírvanos de ejemplo el siguiente poema, para que observemos el espíritu petrarquista de Góngora.



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