14 de marzo de 2015

AL-ANDALUS SE CONVIRTIÓ EN UN MOSAICO PLURILINGÜÍSTICO DURANTE LA EDAD MEDIA. INTRODUCCIÓN CONTEXTUAL A LA LÍRICA EN AL-ANDALUS DURANTE LA EDAD MEDIA.


EL BILINGÜÍSMO DE AL-ANDALUS.

En Al-Ándalus corrientemente se hablaba de manera indistinta en árabe vulgar y dialecto románico tanto por parte de los mozárabes como por parte de los judíos y los propios musulmanes andalusíes.

De este modo, podemos decir con Burckhardt que así como la población rural autóctona había conservado su lengua romance, y gran parte de la urbana también, así existían musulmanes

«cuyo conocimiento del árabe no pasaba de lo estrictamente necesario para hacer sus oraciones».
[Burckhardt, Titus.- La civilización hispano-árabe. Madrid, alianza, 1.999]
De hecho, sabemos que los primeros invasores bereberes hablaban la lengua del Gharab (los árabes la llamaban “al-Lisan al-Gharbiyya”, la lengua de Occidente, de donde derivó “algarabía”) hasta el siglo IX y tenemos conocimiento de «jueces que intercalaban en sus discursos árabes alguna palabra picante en romance». Así, recuerda, por ejemplo, Menéndez Pidal que
«sabemos había entre los musulmanes muy altos personajes, o muy venerables por su virtud, que no sabían hablar árabe y sólo se expresaban en lengua aljamiada o romance. Por ejemplo, el padre del eunuco Násar, favorito de Abderrahman II, no sabía hablar sino en aljamía; así nos lo dice expresamente una anécdota de Aljoxaní al presentárnoslo en una calle de Córdoba, hacia 850, rodeado fastuosamente de su guardia personal y gritando en romance a las personas del séquito del cadí o juez . Otra anécdota del mismo AIjoxaní nos cuenta de un virtuoso cordobés llamado Yenáir (nótese que lleva nombre romance, esto es, Januarius, Genero, Giner), hombre popular y venerado por sus ortodoxas doctrinas musulmanas, el cual no hablaba sino romance, y en un proceso contra el cadí, hacia 836, ante los ministros del califa declara en aljamía, y califica al acusado con un diminutivo romance tan expresivo, que el monarca Abderrahman II, cuando le fue comunicado por los ministros el texto de la frase, quedó convencido de la culpabilidad del enjuiciado y lo destituyó.
Mas dejando aparte estos casos extremos, repetimos que, en general, los musulmanes cultos, lo mismo que los mozárabes, serían bilingües, como el cadí o juez de Córdoba Suleimán ben Asuad (hacia 870), que, en la sala de la audiencia pública, contesta humorísticamente en aljamía a una pobre mujer que le habla en aljamía pidiéndole justicia. Un alto funcionario podía tener como lengua materna la romance; así, en 921, entre los candidatos para el cargo de cadí de la capital del califato, figuraba uno cuyo padre y madre eran de familia completamente latinada; ¿qué no sucedería en puntos alejados del centro oficial? Entre el pueblo dominaba sin duda el romance, y esta lengua se imponía a los poetas musulmanes populares, como lo muestra el hecho mencionado por Ben Bassam del ciego Mocáddam de Cabra, el inventor del género lírico hispano-árabe de las muswaššahas, o canciones estróficas con estribillo, en las cuales se empleaba «la manera de hablar del vulgo ignorante y la lengua aljamiada». Es que Mocáddam sería español de raza y tendría como lengua principal la romance; pero su vulgarismo y su aljamía no impidieron que él fuese uno de los poetas favoritos del sultán Abdállah (888-912), según nos dice Ben Jaldún.
Este período de preponderancia de los mozárabes y aljamiados se cierra con la rebelión más importante de todas, la de los cristianos de la serranía de Ronda, que comenzó en 879, y que luego, al año siguiente, fue capitaneada por Omar ben Hafsún, hijo de noble familia goda recién renegada.
El historiador Ben Hayyán, al referir estas luchas, nos viene a informar de que los andaluces sublevados hablaban lengua española. Cuando el sultán Abdállah, después de gran demora, sacó al fin su ejército para combatir a los rebeldes en 891, Omar manifestó su alegría dirigiéndose a su amigo Ben Mastana en unas frases dichas en español, las primeras palabras de las cuales eran «¡Esto es una bravata de la boyada!», y Ben Hayyán inserta en su árabe, para más propiedad, la palabra romance boyata, explicándola «voz que en aljamía quiere decir manada de bueyes».

[Menéndez Pidal, Ramón.- Orígenes del español. Estado lingüístico de la península ibérica hasta el siglo XI. O.C. de R. Menéndez Pidal. Vol. VIII. Madrid, Espasa-Calpe, 1.986, pp. 418-419]
Con estas noticias, y otras de las que tenemos referencia, como que los muladíes iban al combate incitados con cánticos de sus propios poetas, como Girbib el Toledano (de fines del siglo VIII d.n.e.), en lengua árabe y metro árabe, Lévi-Provençal llegó a considerar que la lengua romance siguió hablándose en Al-Ándalus fundamentalmente en las zonas rurales y que la mayoría de los muladíes eran bilingües.

Sabemos también que los rumís valencianos ("al-Rum al-Baladiyyun” o cristianos del territorio) seguían hablando su propia lengua, de manera que ibn al-Jatib refirió del rey Lobo de Valencia (ibn Mardanis), que “estaba locamente apasionado por las “esclavas” cantoras, la música y la danza, se vestía como los mozárabes y prefería la lengua de ellos”.
[https://agustigalbis.wordpress.com/author/lenguavalenciana/page/5/]

No obstante, es claro que al ser el árabe la lengua oficial, actuó como superestrato del romance andalusí y como adstrato de los otros romances peninsulares. Fueron muchos los que dominaban ambas formas lingüísticas, ciertamente, convirtiendo a Al-Andalus en una sociedad bilingüe al menos hasta el siglo XI o XII, siendo a partir de este período que la presión de los reinos cristianos en la Reconquista y la llegada de nuevos pueblos africanos (almorávides y almohades) a mediados del XII, hicieron que los mozárabes emigraran hacia el Norte o fueran deportados, debilitando así paulatinamente la lengua romance de los mozárabes.

En Al-Andalus, pues, fue claro el bilingüismo e interferencia mutua y bidireccional, como muestran la gran cantidad de arabismos en nuestras lenguas romances (castellana, valenciana, fundamentalmente) y por las constantes interferencias romances que aparecen en las composiciones árabes (mowassahas, jarchas y zéjeles).

CRISTIANOS EN AL-ANDALUS HABLANDO Y ESCRIBIENDO EN ÁRABE.

Ya hemos referido que los mozárabes, aunque vivían en tierra dominada por los musulmanes, tenían un gobernador o conde ('comes', árabe qumis ) que era un intermediario entre ellos y el gobierno central, y poseían sus propias leyes (Fuero Juzgo) basadas en la visigóticas. Mas al fin y al cabo debían adoptar leyes y comportamientos árabes. Los mozárabes se destacaron en las principales ciudades como Córdoba, Sevilla, Granada, Murcia, Valencia, Toledo y Zaragoza, y un gran número de ellos vivieron en pueblos y áreas rurales, dedicándose a la agricultura.

Pero pronto la adopción de costumbres, la arabización, se hizo evidente. Baste recordar el texto del «Indiculus Luminosus» (“Guía luminosa”) de Álvaro Paulo de Córdoba (o Paulo Álbaro de Córdoba) donde se comenta que los jóvenes cristianos de la época se circundaban para evitar escarnios, no conocían el latín ―por tanto, no comprendían los ritos ni la doctrina cristiana―, y en cambio eran muy "admirados por su destreza al hablar árabe", cantar y divertirse en este idioma.
[Cfr.: Gil Fernández, Juan (ed.).- Corpus Scriptorum Muzarabicorum, vol. 1, Madrid, CSIC, 1973, pp. 314-315.
Delgado León, Feliciano.- Álvaro de Córdoba y la polémica contra el Islam: el “Indículus luminosus”. Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1.996, pág. 33.]

Menéndez Pidal [Menéndez Pidal, Ramón.- Orígenes del español. Estado lingüístico de la península ibérica hasta el siglo XI. O.C. de R. Menéndez Pidal . Vol. VIII. Madrid, Espasa-Calpe, 1.986, pp. 417-418]. ya aludió a que Álvaro Paulo clamó que los cristianos en territorio musulmán, allá por el siglo X, conocían bien la literatura arábiga:

«en la gente de Cristo apenas hallarás uno entre mil que pueda escribir razonablemente una carta a su hermano, y, en cambio, los hay innumerables que os sabrán declarar la pompa de las voces arábigas y que conocen los primores de la métrica árabe mejor que los infieles»,
que los cristianos cordobeses eran, además, aficionados a los “volumina Chaldeorum”, haciendo referencia a la literatura árabe:

«¿no es verdad que los jóvenes cristianos, de brillante presencia, elocuentes, distinguidos en sus gestos y vestimenta, sobresalientes en la sabiduría de los gentiles, notables por su conocimiento de la lengua arábiga, se cuidan de los libros de los caldeos, los leen atentísimamente, los discuten ardorosamente y reuniéndolos con gran afán, los divulgan con lengua profusa y afianzada, ¡ignorando en cambio la pulcritud de la lengua de la iglesia y despreciando por muy viles las fuentes que manan del paraíso»,
y, en cambio, ignoraban la lengua propia:

«¡Heu, pro dolor! linguam suam nesciunt christiani et linguam propriam non advertunt latini!».
Ay dolor!. Los cristianos desconocen su propia ley y los latinos no entienden su lengua propia”.
Muchos cristianos, sobre todo de familias acomodadas y urbanas, conocían, pues, el árabe, amén de que procedían también de matrimonios mixtos. Entre otras cosas, era imprescindible su conocimiento para poder desempeñar cargos públicos. Recordemos que el monje Isaac, Emilia y Jeremías eran expertos en ella, que Perfecto contesta en árabe a los musulmanes que le interpelan, que el abad Sansón hará traducciones del árabe al latín…, y que una gran parte (al menos un 40%) de los mártires de Córdoba procedían de familias acomodadas, tal y como refiere Jesús Miguel Sáez Castán [Análisis crítico de la civilización hispano-árabe de Titus Burckhardt, (Memoria de doctorado), pp.286-287, in ]:
«Juan el confesor, comerciante rico; Isaac, “descendiente de nobles y muy ricos ciudadanos de Córdoba”; Jeremías, tío de Isaac, notable por sus muy abundantes riquezas materiales, que había colocado los cimientos del monasterio de Tábanos de su bolsillo, donde moraba con su esposa Isabel, hijos y casi toda su familia”. Columba, doncella notable, hermana del abad Martín y de Isabel, esposa de Jeremías; Habencio, “noble ciudadano cordobés”; Eulogio, de familia acomodada. Cristóbal, pariente y discípulo de Eulogio. Pablo y su hermano Luis, parientes también. José, hermano de Eulogio, ocupaba un importante cargo en el Estado; y los otros hermanos, Álvaro e Isidoro, habían realizado un viaje de negocios por Baviera; Flora, nieta de nobles abuelos por parte de su madre, cristiana, e hija de padre musulmán; Aurelio, distinguido por su llinaje y sus abundantes bienes. Sabigoto, su esposa, de honorable linaje, ilustre por sus bienes. Félix, pariente de Aurelio, y Lilliosa, su esposa; Emilia y Jeremías, ilustres adolescentes de una noble familia de Córdoba; Pomposa, cuyos padres habían fundado el monasterio de S. Salvador, donde vivían con los hijos y parientes; Argimiro, confesor noble, antiguo censor en Córdoba; Áurea, hermana de los mártires Adulfo y Juan: revestida con el origen de su linaje y adornada con el enorme esplendor de su estirpe árabe, “aristocráticamente elevada” en palabras del cadí; María y Walabonso, hijos de padre cristiano de no baja alcurnia y de madre árabe; Álvaro, el amigo de Eulogio, era un rico burgués cristiano de origen judío; Nunilo y Alodia, que sobresalían por la dignidad de su nacimiento».
Y, finalmente, traigamos también la referencia de Ibn Hazm, quien en el s. XI afirmará que circulaban en árabe traducciones de los Evangelios y de las Epístolas de san Pablo.

JUDÍOS EN AL-ANDALUS HABLANDO Y ESCRIBIENDO EN ÁRABE.

La presencia de los judíos en Al-Ándalus fue muy significativa hasta la llegada de los almorávides. Baste recordar que desde el inicio de la conquista árabe, éstos se pusieron de parte de los conquistadores.Como lo hicieron también las clases populares y la facción de Witiza. Estos dos grupos no sólo apoyaron a los conquistadores, sino que los primeros se sintieron liberados del yugo de los nobles, amén del reparto de tierras y la liberación de impuestos que obtuvieron con la conversión, convirtiéndose en muladíes; y los segundos, manteniendo sus tierras y derechos de señorío, bien mediante pacto, bien mediante conversión también, destacando los Banu Qasi (Casio), los Ibn Quzman (Guzmán), los Ibn Gunsisalb (Gunsisalvo), los al-Quti (el Godo), etc…

La causa deviene clara, pues

«a fines del siglo VII, el antisemitismo se convierte en una obsesión entre los allegados a los monarcas visigodos y los primados de Toledo. La lucha antijudía se ve sistemáticamente revisada en cada concilio, las leyes represivas se suceden y son cada vez más brutales: del año 681 al 694 se promulgan unas cuarenta. ¿Por qué esta voluntad tan acendrada de acabar con los judíos? Ante todo, porque su presencia en el solar español, dada su voluntad de preservar la propia fe, representaba el último obstáculo de cara a la unificación del reino, a la identificación de “regnum” y “ecclesia”, a la construcción de aquella Ciudad de Dios sobre la tierra que, uniendo a todos los hombres en una sola creencia, debería prefigurar la Ciudad celestial. La esperanza de poder convertir a los judíos, por la fuerza o por la persuasión, duró mucho tiempo, al menos un siglo. La decepción podría explicar en parte la cólera subsiguiente; ya que no se pueden cristianizar, hay que eliminarlos. Pero, incluso así, la tarea no era fácil, pues la actividad de los judíos era indispensable para la economía del reino. Sólo ellos sabían practicar un comercio a largo término, sólo ellos sabían gestionar convenientemente las grandes posesiones de la aristocracia e incluso de la Iglesia. Son numerosos los obispos que, preocupados por la buena administración, eligen a judíos como intendentes de las fortunas de la iglesia (…)
«¡En pie, os digo en pie! ¡Extirpad la peste judía que hoy redobla su corrupción!» La llamada del rey Ervigio a los Padres del XIII Concilio de Toledo marca, en el año 681, la apertura de la veda en la caza de los judíos. Al término al término de las decisiones de aquella asamblea, promulgadas como leyes del reino, todos los judíos de España obligados a hacerse bautizar en el plazo de un año, bajo penas de flagelación (cien latigazos), extirpación del cuero cabelludo, exilio perpetuo y confiscación de sus bienes en beneficio del rey. Pero, curiosamente, el concilio prevé el fracaso de aquellas medidas y prescribe otro conjunto de disposiciones. Se prohíbe la circuncisión; en caso de infracción, circuncisor y circunciso serán castrados (la ley precisa que el pene será cortado por la raíz); si quien practica la circuncisión es una mujer, la castración será resuelta por la ablación de la nariz. La celebración de la Pascua o cualquier otra fecha hebraica será merecedora de flagelación, extirpación del cuero cabelludo y confiscación de bienes. Las mismas sanciones están previstas para la observación del descanso del “sabbat”, el respeto a las costumbres alimentarias rituales y la lectura o simple posesión de libros que contradigan la doctrina cristiana. Los desplazamientos de los judíos están controlados: todo israelí que se encuentre de viaje deberá señalar su paso a los sacerdotes de las poblaciones que atraviese. También su residencia: todo judío, hombre o mujer, deberá presentarse regularmente todos los sábados al obispo de la ciudad, o al sacerdote de su pueblo o, si no hay sacerdote, a un buen cristiano. Por otra parte, se corta la posibilidad de entendimiento entre las comunidades cristiana y judía, pues la ley incordia a todos aquellos cristianos que mantengan relaciones cordiales con los judíos: el cristiano que albergase a un judío o compartiese comida con él o aceptase un obsequio de sus manos será condenado a recibir cien latigazos y a ver sus bienes confiscados. Un judío ya no podrá poseer esclavos cristianos; por el simple hecho de proclamar su fe, éstos serán liberados. (…)
El año 694, Égica propone al XVII Concilio la solución final, que naturalmente es adoptada. Todos los judíos de España serán reducidos al esclavismo y distribuidos a ricos y piadosos cristianos que, mediante juramento, se comprometerán a impedirles practicar su religión. Los niños judíos, hasta la edad de siete años, serán separados de sus padres para ser educados en el seno de familas cristianas».
[Bonnassie, Perre et Pierre Guichard et Marie-Claude Gerbert.- Las Españas Medievales. Barcelona, RBA, 2.005, pp. 44-45].

Así lo expresa también Manuela Marín:

«El éxito del Islam se explica, en primer lugar, porque la situación de algunos estamentos de la sociedad visigótica era sumamente desagradable: el peso de los impuestos, la existencia humillante de los siervos, la discriminación de los judíos, las continuas sublevaciones de los vascones y la existencia de islotes paganos, sobre todo en las zonas montañosas del Norte, hacían que gran parte de la población no se sintiera representada en el gran proyecto de unidad peninsular que bien o mal habían llevado a cabo godos e hispanorromanos.
En especial, los judíos, que aún a principios del siglo V se confundían con frecuencia con los cristianos, habían sido discriminados cada vez más por los sucesivos Concilios de Toledo: en el III se obligó a bautizar a los hijos de matrimonios mixtos, con lo cual, algunos iniciaron el camino del exilio hacia el reino franco (587); en el IV (633) se previó la persecución de los conversos que no practicasen el cristianismo; en el XII (681) se les obligó a bautizarse en el plazo de un año, aunque, en compensación, se les devolvía la facultad de testar; en el XVI (693) se les prohibía comerciar con los cristianos, con lo cual se les arruina, y en el XVII (694), suponiendo que sus actas no hayan sufrido manipulaciones posteriores, se acusó a los judíos que habían buscado refugio en el Norte de Africa de conspirar para conseguir la ruina de España y, en consecuencia, se condenaba a sus correligionarios residentes en la Península a perder todos sus bienes, a la esclavitud con prohibición de que sean manumitidos y a entregar a sus hijos menores de siete años para que fuesen bautizados y educados en el cristianismo (…)»
«En consecuencia, los judíos peninsulares no vacilaron en convertirse en auxiliares de los conquistadores árabes e inscribirse como soldados para guardar el orden en algunas de las ciudades recién ocupadas (v.g. Sevilla) y permitir que las fuerzas de choque continuaran su avance en todas direcciones. Por su parte, los cristianos veían estos sucesos con relativa tranquilidad, puesto que en otro versículo, El Corán (5,85/82) reconocía su superioridad sobre los judíos: En los judíos y en quienes asocian encontrarás la más violenta enemistad para quienes creen. En quienes dicen: Nosotros somos cristianos, encontrarás a los más próximos en amor para quienes creen, y eso porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no se enorgullecen.
Por consiguiente, la conquista debió verse con relativa tranquilidad por la población, que podía entender que sólo debía pagar el tributo fijado por El Corán, la capitación o chizya (9,29/29): i Combatid a quienes no creen en Dios ni en el último Día, ni prohíben lo que Dios y su Enviado prohíben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el Libro! Combatidles hasta que paguen la capitación por su propia mano y ellos estén humillados.»

Por ello, suele afirmarse que los judíos apoyaron al invasor, en el que veían una clara liberación de la situación en la que se hallaban con los visigodos. De hecho, entre los musulmanes fueron hasta el año 1.100 generalmente muy tolerados, alcanzando muchos de ellos una gran presencia en las élites musulmanas, fundamentalmente como comerciantes, médicos y auxiliares de la administración. Comenta Torroba que:
«tras la ruina del estado visigodo, los israelitas irrumpen nuevamente en España de la mano de los musulmanes. Comenzó entonces la época dorada de los judíos españoles... Se instalaron por doquier y prosperaron por todas partes. Encontraron un ambiente de tolerancia -característica de los árabes en sus conquistas-... A la sombra de la Media Luna, los israelitas lograron el poderío, el saber, y las riquezas, que convergían en sus manos... Los hebreos, aparentemente identificados con los vencedores árabes, ven llegado el momento del renacer de su raza, en adoptar sus costumbres y su lenguaje. Los omnipotentes califas de Córdoba presenciaron el apogeo de una cultura ―complementaria de la suya― que irradiará un resplandor cegador frente a las incipientes civilizaciones europeas».
[Torroba Bernardo de Quirós, F..- Historia de los sefarditas. Buenos Aires, Eudeba, 1.968, pp. 14-15]
Y aunque hubo ciudades como Lucena (Yusanat al-Yahud) o Rota (Rutat al-Yahud) que eran tenidas por judías en el siglo IX, y los geógrafos árabes designaban a Granada (Garnatat al-Yahud) y Zaragoza en los siglos X y XII del mismo modo, lo cierto es que los judíos, como los cristianos, recibirán el estatuto de dimmí, vivirán en barrios separados en las ciudades (madinat-l-yahud), contando con sus sinagogas y propios baños públicos (como en Toledo), debiendo llevar en el cuello y en la cabeza una tela amarilla o un turbante, solideo o insignia de dicho color, así como un fajín bien visible. Todo ello, a pesar de ser admirados como buenos médicos y deberles una importante parte del traspaso cultural gracias a las traducciones de obras filosóficas, matemáticas y médicas del árabe al latín o a la lengua romance de nuestra península.
[Cfr.: Idris, R. H..- ”Les tributaires en Occident musulman médiéval”, in Melanges Armand Abel, Leyden, 1.974, pp. 174 y 180].

El período de desarrollo de la cultura judía se dará con el califato. Así, en la época de Abderramán III (912-961), habrá prósperas comunidades judías en Sevilla, Granada y Córdoba. Hasday ibn Isaac ibn Shaprut (905-975), que ejerció como médico real y diplomático ante los reyes cristianos de la península (curó la obesidad de Sancho I de León, por ejemplo), y quien recibió a Juan de Gorze, enviado del alemán Otón I y a los emisarios de Constantino VIII de Bizancio, será el impulsor del renacer de la cultura literaria hebrea y rabínica bajo su mecenazgo, creándose academias en Córdoba y Lucena. En este siglo X, Menahem compondrá elegías y un “Diccionario de hebreo y arameo bíblicos”.

Durante el período de los reinos de taifas se dará el esplendor cultural de los judíos españoles. En Granada, destacó Samuel Ha-Leví, más conocido como ibn Nagrela, llamado ha-Nagid, visir del rey Badis, mecenas de otros judíos, sabio poeta y autor de una “Introducción al Talmud” y de más de veinte obras sobre gramática hebrea y recreaciones de los “Salmos, Proverbios y Eclesiastés”, y después continuará su labor de mecenas su hijo Yosef. Lo mismo ocurrirá en Zaragoza, donde nos hallaremos con poetas como Yequtiel ben Ishaq, que llegó a ser visir de Mundir II o el filólogo cordobés Marwan Yonah ben Yanah (990-1.050), que ejerció como médico, y realizó un importante comentario a la Biblia, fruto de su erudición y su amplio conocimiento de árabe, hebreo y arameo; el poeta satírico Moseh ben Yishaq ben at-Taqanaho o a Yusef ibn Hasday, que dedicará un panegírico a ibn Nagrella; el malagueño Selomó ibn Gabirol (1.020-1.058), conocido como Avicebrón, poeta y filósofo, y al juez religioso o dayyan de su comunidad, Bahia ibn Paluda (1.040-1.10), que compuso una treintena de poemas litúrgicos, algunos con metros arabizantes, igual que su tratado con elementos doctrinales, místicos y ascéticos denominado “Libro del buen camino hacia los deberes de los corazones”, escrito en árabe (Kitab al-hidayah ila faraid al-qulub), y que se difundió luego en versión hebrea por Yehuda ben Tibbon bajo el nombre de “Sefer torah hobot ha-lebabot” o “Libro de la doctrina de los deberes de los corazones”...

Pero será Yehuda ha-Levy el primer judío en escribir en castellano.

Abraham ben Ezrá, hombre de una cultura impresionante, viajará por Italia, Francia, Inglaterra, trayendo la cultura occidental a Al-Ándalus, y escribiendo en hebreo y latín.

En Córdoba destacó Rabbi Moshe ben Maimon (1.135-1.204), llamado Maimónides, quien a pesar de pasar la mayor parte de su vida fuera de España, ejercerá una notable influencia con sus obras filosóficas durante la Edad Media, destacando su “Guía de perplejos”.

Como nos recordó Ángel González:

«Además de los mozárabes, se someten a su yugo [arabizante] los judíos. Apenas iniciados los estudios talmúdicos por la generosa iniciativa de Hasdai Benchaprut (945-970), en cuanto empieza a balbucear la poesía neohebraica, ya imita los modelos árabes. Y las gramáticas principales hebreas se redactan en árabe (Abuzacaría Jayuch); árabe es la lengua y el origen de "La Fuente de la Vida" de Abengabirol, el primer filósofo judío, que en sus poesías imita también a los poetas árabes; la misma lengua sirve a Bahia Benpacuda para su tratado de moral y mística, "Los deberes de los corazones"; y árabes son las doctrinas que informa y la lengua que expresa las ideas de Abensadic, del Cuzary de Haleví, de Abendavid de Toledo, de Abenezra, de Maimómnides».
[González Palencia, Ángel.- Historia de la literatura arábigo-española. Barcelona, Labor, 1.928, pág. 28].




BIBLIOGRAFÍA.-

• Bonnassie, Perre et Pierre Guichard et Marie-Claude Gerbert.- Las Españas Medievales. Barcelona, RBA, 2.005.

• Burckhardt, Titus.- La civilización hispano-árabe. Madrid, Alianza, 1.999

• Delgado León, Feliciano.- Álvaro de Córdoba y la polémica contra el Islam: el “Indículus luminosus”. Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1.996.

• Fierro, María Isabel.- Al-Andalus: saberes e intercambios culturales. Barcelona, Ed. Icaria, 2.001

• Gil Fernández, Juan (ed.).- Corpus Scriptorum Muzarabicorum, vol. 1, Madrid, CSIC, 1973.

• González Palencia, Ángel.- Historia de la literatura arábigo-española. Barcelona, Labor, 1.928.

• Idris, R. H..- ”Les tributaires en Occident musulman médiéval”, in Melanges Armand Abel, Leyden, 1.974.

• Marín, Manuela.- “Últimas teorías”, in La invasión árabe de España, Madrid, Cuadernos Historia 16, núm. 17, 1.995.

• Menéndez Pidal, Ramón.- Orígenes del español. Estado lingüístico de la península ibérica hasta el siglo XI. O.C. de R. Menéndez Pidal . Vol. VIII. Madrid, Espasa-Calpe, 1.986.

• Montgomery Watt, William.- Madrid, Alianza, 2.001.

• Torroba Bernardo de Quirós, F..- Historia de los sefarditas. Buenos Aires, Eudeba, 1.968.



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